Para los catequistas

Catequista entre catequistas
Francisco sigue defendiendo la idea de una Iglesia que arriesgue fuera de sus muros, que huela a «gente», que acuda a las «periferias» (no ya geográficas sino sociales y personales), y que se accidente al actuar en vez de enfermar. .. de clausura e indolencia. Y así se lo ha hecho saber a los catequistas en el discurso dirigido, el viernes 27 de septiembre a los participantes en el Congreso Internacional sobre Catequesis promovido con ocasión del Año del Fe, bajo el lema «El catequista, testigo de la fe».
«No sirve trabajar de catequistas» si es que «tú_no eres catequista». La vocación es «ser catequista», no «trabajar de catequista». Y el catequista, antes de catequizar con la palabra debe «dar testimonio de la fe», ser «coherente en la propia vida», algo «nada fácil», como reconoció Francisco. Con su estilo inconfundible, el Papa explicó a los catequistas que «ser catequistas» requiere un amor que «no se compra en las tiendas, ni siquiera se compra aquí, en Roma»: «Es un regalo de Cristo», de ahí que el punto de partida para el catequista es Cristo, y esto vale «para mí que también soy un catequista».
«Como los viejos jesuitas hablaré de tres cosas … una, dos y tres». Y esas tres cosas, en boca de Francisco, son: ser catequistas «no es un título, es una actitud, estar con Cristo, dejarse mirar por El aunque sea difícil encontrar un tiempo de calma, y (esto) dura toda la vida». A ello se añade la necesidad de «imitar a Cristo saliendo de sí mismo: centrándonos en Cristo nos descentramos y abriéndonos a los otros, dándoles lo que hemos recibido: el don de la fe». En fin, partir de Cristo «sin temor a ir con El, a las periferias», sin temor a «salir de nuestros esquemas para se¬guir a Dios», superando los esquemas rígidos como al final debió hacer Jonás «Dios es creativo, no está cerrado, no es rígido».
Francisco dijo también que no se comprende un catequista que no sea creativo y para ser creativos hay que saber cambiar, adaptándome a las circunstancias en las cuales debo anunciar el Evangelio. «Por favor, inada de estatuas de museos!, de las que tenemos tantas», exclamó el Papa, quien exhortó a los catequistas a no encerrarse en su grupo, su parroquia, su movimiento, si no quieren enfermar. «Si salimos fuera, a las periferias, nos puede ocurrir un accidente, es normal, pero yo os digo: «Prefiero una Iglesia accidentada y no una Iglesia enferma. Un catequista encerrado en sí mismo es un enfermo»», enfatizó el Papa. Y en todo caso, Jesús «nos precede», no vamos solos a las periferias. Francisco confesó que una de las «periferias» que más dolor le causan es la de «los niños que no saben hacer la señal de la. Cruz, de los que abundan mucho en Buenos Aires. Y hay que ir a esa «periferia»».
El domingo 29 Francisco celebró la misa para los catequistas y, partiendo de las duras palabras, las correspondientes a la liturgia de la Palabra dominical del día, del profeta Amós manifestó que «si las cosas, el dinero, la mundanidad se convierten en el centro de la vida, nos perdemos», y si el tener es «el centro de nuestro bienestar … perdemos nuestro mismo rostro, como el rico del Evangelio «que no tiene nombre» porque las cosas «lo que posee son su rostro»».
Como en el discurso de la audiencia, el Pontífice se preguntó «quién es el catequista», y respondió afirmando que es «aquel que custodia y alimenta la me¬moria de Dios; la custodia en sí mismo y la sabe despertar en los demás», y pone esta memoria «al servicio del anuncio, no para hacerse notar, no para hablar sobre sí, sino para hablar de Dios, de su amor, de su fidelidad». «¡Algo difícil, que empeña toda la vida!», subrayó Francisco.

Las tres claves del buen catequista, según el Papa Francisco
Encuentro del Papa con los catequistas en el marco del Año de la Fe. Francisco -un magnífico y sencillo catequista de a pie, con los pies en la tierra y, .. la mirada en el cielo-.se en¬contró en dos ocasiones con los catequistas, A la luz de sus dos espléndidas in¬tervenciones, he aquí las claves, de lo que el Papa Francisco espera de los catequistas, una aportación todavía más precisa y preciosa al comenzar también un nuevo curso catequético,
1.- La Identidad
El primado, lo primero es ser catequistas, no solo trabajar como catequistas. Ser catequista es una vocación y un servicio, Ser catequista significa dar testimonio de la fe; ser coherente con la propia vida. Catequista es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás. El catequista es precisamente un cristiano que pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar y transmitir todo aquello que Dios ha revelado.
El catequista, pues, es un cristiano que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere esfuerzo. Compromete toda la vida.
El catequista es un hombre de la memoria de Dios si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; si es hombre de fe, que se fía verdaderamente de Dios y pone en él su seguridad; si es hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de paciencia y perseverancia, que sabe hacer frente a las dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia.
2.- Discípulo y misionero
El catequista ha de volver a partir de Cristo. Ha de ser discípulo y misionero. Esto significa, en primer lugar, tener familiaridad con El. ¡Permanecer en Jesús! Solo así el catequista dará fruto. ¡Dejarse mirar por el Señor! Después, volver a partir de Cristo significa también imitarlo en el salir de sí mismo e ir al encuentro del otro. El corazón del catequista vive siempre este movimiento de «sístole-diástole»: unión con Jesús-encuentro con el otro. Son las dos cosas: yo me uno a Jesús y salgo al encuentro con los demás, Si falta uno de estos dos movimientos el corazón no late más, no puede vivir,
Asimismo, volver a partir de Cristo significa no tener miedo de ir con El a las periferias, Si un cristiano sale por las calles en las periferias, puede tener, sí, un accidente.» Tantas veces hemos visto accidentes,., Pero -dice el Papa- «iprefiero mil veces una iglesia accidentada y no una iglesia enferma! iUna iglesia, un catequista que tenga el valor de arriesgar para salir y no un catequista que sabe todo, pero cerrado siempre y enfermo!».
3.- Amor, fidelidad, alerta
«Ser» catequistas requiere amor, amor a Cristo cada vez más fuerte, amor a su pueblo santo. El catequista debe amar a Jesucristo y a su Iglesia. Debe amar, pues, a sus catequizandos.
El catequista ha de vivir y mostrar la doctrina cristiana en su totalidad. Sin quitar ni agregar. ,
Y por ello el catequista ha de evitar y alertar del riesgo de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y en el corazón, de concentramos en nuestro bienestar, en nuestro propio yo y en nuestro propio grupo.