Murió el Hermano Martín

  1. José Martín Márquez, S. I. (Alhama de Granada, Granada, 31/07/1919–Málaga, 20/02/2017)

Se nos ha ido al cielo el hermano Martín Con mucho dolor, nos vimos precisados a mandarlo a cuidados mucho más intensivos en la residencia-enfermería que tenemos los jesuitas en Málaga. Era nuestra auténtica perla. Faltaba un día exactamente para cumplir en el barrio de Torreblanca 31 años de presencia, adonde llegó desde la vecina Jerez de la Frontera. Pero el día 20 de febrero, exactamente a las 8.45 se nos ha ido al cielo el santo viejo, entrando ya en los 98 años. Llegó con su fervor práctico a meterse en el corazón de la barriada que ha visto asombrada cómo un hombre ya cercano a los noventa y siete años, salía por las mañanas rezando el rosario a comprar el periódico y el pan calentito para la comunidad de jesuitas. A todos saludaba, con todos tenía unas palabras de aliento y consejos prácticos para vivir mejor y acercar su corazón a Dios. O sorprendernos verle caminar con sus pasos cansados subir escaleras de los pisos sin ascensor para llevar la comunión a los enfermos cuando ya no tenía fuerzas para dirigir su taller de informática. Porque cuando llegó a nosotros solamente contaba con pocos y claros instrumentos: sabía escribir a máquina, manejaba bien la Biblia y estaba lleno de Espíritu Santo. Y se pudo a la tarea. Creó un taller de máquinas de escribir que, para él, el taller era un campo de personas concretas a las que atender. Muchos se lo agradecerán. Y una asociación juvenil “Ayuda a Crecer” de promoción de jóvenes. Ellos lo consideran ahora como su padre, su abuelo, su santo… Pero , ¡ay! , las viejas máquinas de escribir pasaban a la historia. Y entonces, a sus 77 años, se puso delante de un ordenador, aprendió a manejarlo y con ello se dispuso a enseñar a los niños que acababan la primera comunión y no sabían dónde entretener su ocio…allí estaba Martín, con su tesón, uno a uno, con su persona, con la de sus padres, y su ambiente…Y cuando ya le aturdían los chiquitos, a los 80 y tantos años, atendía personalizado a cuantos él veía les vendría bien promocionar…. Ha sido una labor callada, humilde, de boca a boca. Es cierto que el Ayuntamiento de Sevilla premió su labor con una placa de agradecimiento. También lo hizo el señor cardenal Amigo Vallejo. Pero nunca llegaremos a alcanzar el inmenso bien que ha derramado entre nosotros. Hemos perdido, a un auténtico hermano, modelo de disponibilidad, austeridad y fuego apostólico. Un defecto: no sabe conjugar el verbo querer en primera persona. Siempre dispuesto, siempre listo, nunca él fue lo primero. Nunca. “Así en la vida como en la muerte”, como decía san Ignacio. Te extrañaremos mucho, pero sabemos que estás con nosotros. Y con toda Torreblanca. Si te preguntáramos cómo estás responderás desde el cielo, como siempre: ¡Estoy vivo!

Su trayectoria había sido original. Recojo sus mismos datos de una entrevista que le hicieron los hermanos de la Hermandad del Cautivo en nuestra parroquia.

 “Nací en Alhama de Granada, hace 97 años en el año 1919, el día de San Ignacio, en el seno de una familia humilde, siendo el décimo segundo de 14 hermanos. Dos de mis hermanas también fueron religiosas. Mi vida fue la sencilla vida trabajadora de un cortijo. Trabajo duro en una tierra árida. Pero mi padre nos enseñó a trabajar fuerte y con constancia e iniciativas; era muy religioso y honrado. En 1938 estuve en la «mili», coincidiendo con dos años de guerra y seis de paz. Y en esa lucha entre hermanos españoles que yo no quería, mi filosofía era «si no es lo mío será lo de Dios, que pasara lo que tuviera que pasar». Por el cortijo pasaban los unos y los otros matándose. Nosotros nos manteníamos al margen. El año 1938 ocuparon las tropas de Franco aquella zona y fue cuando me llamaron a filas. En 1949 Ingresé en la Compañía de Jesús con 30 años en El Puerto de Santa María y tuve varios destinos, el primer destino fue en la zapatería (yo nunca lo había hecho, pero me puse a aprender), después en la Facultad de Teología, donde estuve desde 1957 hasta 1971. Conocí y me conocieron varias generaciones de jóvenes jesuitas. Allí la obediencia me puso al cargo de la portería, mis inquietudes interiores me pedían buscar nuevos retos e intentar ayudar dentro de mis posibilidades a los demás, entregarme al prójimo de una u otra manera. Yo sabía y conocía la Biblia y me manejaba bien. Cuando se deshizo la gran comunidad de Cartuja me enviaron a la residencia de Granada donde aprendí a ayudar en las tareas de casa y a llevar la comunión a los enfermos. En 1971 fui destinado a la residencia de Jerez de la Frontera. Atender a los jóvenes y enseñarles máquina de escribir fue mi tarea. Y lo hice con gusto. 17 años. Y … no era el final: un día recibí la orden de trasladarme a … Torreblanca. Primero estuve en la parroquia del Inmaculado a cargo del taller de máquinas de escribir también como diácono en las tareas parroquiales. Y después ya me vine a la parroquia de San Antonio, también con otro taller de máquinas de escribir y cuando ya no eran usables aquellos armatostes, con 77 años, me puse a aprender y hacer aprender informática; y diacono en la parroquia. Muchos de los compañeros con los que he compartido casa y vivencias en Torreblanca han sido destinados aquí para vivir y predicar, yo vine a morir aquí y mira todavía estoy vivo. El primer sacerdote que conocí en Torreblanca fue Pepe Ruiz, estaba enfermo y lo cuidaba hasta que se curó de su enfermedad. Me acuerdo de que el barrio de Torreblanca cuando llegué había miseria, mal ambiente etc., pero a día de hoy tampoco se ha mejorado mucho, sigo viendo muchas de las cosas de aquellos mis primeros años aquí. Se debería trabajar por una sola Torreblanca, todos debemos dejar ya de pensar en Torreblanca la Vieja y Torreblanca la Nueva, esta división solo hace perjudicar al barrio en general. Tengo una devoción especial por la Virgen de las Angustias de mi pueblo Alhama de Granada; aquí por la Virgen de los Dolores. Mis quehaceres diarios (ya cada vez menos), empiezan con una hora aproximada de oración íntima, es una costumbre que tengo desde joven, tenemos que conocer la Biblia en profundidad, es nuestra meta o debería ser para todos los cristianos. Me ha encantado que algunas personas conmigo han hecho los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, y también ha sido bonito mantener un grupo de jóvenes «ayuda a crecer» y poder enseñar en los talleres de máquina de escribir y luego de informática.

Lo que no dice es que tanto los teólogos que pasaron por Granada, así como todo el barrio de Torreblanca lo tienen como un santo de Dios. Piadoso, bíblico, joven siempre en las ideas, jesuita de cabo a rabo. Siempre listo para servir. Es una gracia de Dios haberle tenido como compañero. Un fuera de serie, extraordinario. Berger decía que había en nuestras vidas “rumores de ángeles”. En este caso, era algo más que un rumor: un vendaval. Gracias a Dios le hemos visto a Él en este hombre.

Y era gran amigo de nuestro  cura , Pepe Moreno. Los dos se gastarán bromas desde el cielo. Seguro.

Leonardo Molina García S.J