ESCUCHAR AL PAPA

En el momento actual el Papa Francisco reclama de todos los cristianos una especial atención porque lo que nos está diciendo es de vital importancia para la Iglesia y para el mundo.
En la Exhortación apostólica “La alegría del Evangelio” Francisco escribió algo que, a mi entender, debe servirnos de “alerta”; y es lo que me impulsó a escribir lo que sigue.papa-francisco_evangelii-gaudium_la-alegrc3ada-del-evangelio

Decía así:

“No ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados.” (Esto me impresionó bastante, y sobre todo por lo que escribía a continuación) «No obstante, destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes”. (Francisco. Evangelii gaudium, 25).

En una entrevista (*) que el Papa Francisco concedió al Director de “La Civiltà Cattolica” poco después de su elección, dijo: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas…
Y hay que comenzar por lo más elemental. La Iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: ‘¡Jesucristo te ha salvado!’. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado».

Escuchar al Papa_ Del libro_Aún no me conoces_I.Mª Aroca
» Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes.
Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse.
» El pueblo de Dios necesita pastores y no funcionarios ‘clérigos de despacho’.
Los obispos, especialmente, han de ser hombres capaces de apoyar con paciencia los pasos de Dios en su pueblo, de modo que nadie quede atrás, así como de acompañar al rebaño, con su olfato para encontrar veredas nuevas.
» En lugar de ser solamente una Iglesia que acoge y recibe, manteniendo sus puertas abiertas, busquemos más bien ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos, capaz de salir de sí misma yendo hacia el que no la frecuenta, hacia el que se marchó de ella, hacia el indiferente”. (*)
(*) Entrevista realizada los días el 19, 23 y el 29 de agosto, por el P. Antonio Spadaro, S.J. Revista Razón y fe. Sept. 2013).

» El que abandonó la Iglesia a veces lo hizo por razones que, si se entienden y valoran bien, pueden ser el inicio de un retorno. Pero es necesario tener audacia y valor”. (Ibid)

El Papa Francisco no nos dice que no haya pecados, y así lo explicaba en la entrevista que estamos citando: “Y los ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia. Por ejemplo, el confesor corre siempre peligro de ser o demasiado rigorista o demasiado laxo. Ninguno de los dos es misericordioso, porque ninguno de los dos se hace de verdad cargo de la persona. El rigorista se lava las manos y lo remite a lo que está mandado. El laxo se lava las manos diciendo simplemente ‘esto no es pecado’ o algo semejante. A las personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación”. (Ibid)

La característica común a todos los cristianos es el Amor al prójimo, y esto, junto con el Amor a la Eucaristía, no puede faltar en nuestras vidas.
• Así lo recordó también san Juan Pablo II en el Mensaje de la XII Jornada Mundial de la Juventud: “Queridos jóvenes, iluminados por la Palabra y fortificados con el pan de la Eucaristía, estáis llamados a ser testigos creíbles del Evangelio de Cristo, que hace nuevas todas las cosas, infinitamente paciente, que no se niega a nadie (cfr.1Cor 13,4-7). Será la fidelidad al Mandamiento Nuevo lo que certificará vuestra coherencia respecto al anuncio que proclamáis. Pero ¿por qué se reconocerá que sois verdaderos discípulos de Cristo? Porque «os amaréis los unos a los otros» (Jn 13,35) siguiendo el ejemplo de su amor: un amor gratuito. Ésta es la gran «novedad» que puede asombrar al mundo, desgraciadamente todavía herido y dividido por los violentos conflictos, a veces evidentes y claros, otras, sutiles y escondidos. En este mundo vosotros estáis llamados a vivir la fraternidad, no como una utopía, sino como posibilidad real; en esta sociedad estáis llamados a construir, como verdaderos misioneros de Cristo, la civilización del amor” (15-8-1996).
Jesucristo nos dio un Mandamiento Nuevo, el Mandamiento del Amor: «Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros» (Jn 13,34). Y, antes, en el Decálogo ya nos había dicho Dios: «No matarás» (Éx 20,13).

El que haya bien y mal hace referencia a la Naturaleza que Dios nos ha dado, pero eso no nos da derecho a decir quién es malo y quién es bueno, pues no lo sabemos. «Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,13-15,17). Jesús, en la Última Cena, además de instituir la Eucaristía y después de haberles lavado los pies, dijo a los Apóstoles:

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en el amor que os tenéis unos a otros” (Jn 13,34-35).

• Y, por su parte, Benedicto XVI recordó: “Invito a cada uno a comprender y acoger cada vez más este Amor, que cambia la vida y os hace testigos creíbles del Evangelio (…) Sobre todo a las personas más débiles y necesitadas debemos hacerles sentir la ternura del Corazón de Dios; no olvidéis que cada uno de nosotros, al difundir la caridad divina, contribuye a construir un mundo más justo y solidario”. (Benedicto XVI. Audiencia General. 15-2-2006).

(Me ha parecido conveniente dedicar estos primeros apartados de mi libro a centrarnos en lo que el Papa actual, en total sintonía con sus predecesores, está señalando con insistencia). No podemos hacer oídos sordos al querer de Dios para la Iglesia; El Señor reclama de nosotros – a través de su representante en la tierra – una nueva conversión; que recomencemos en la lucha por ser fieles al Evangelio con un empeño renovado, que ha de ser alegre, generoso, lleno de esperanza y de misericordia.

Todos necesitamos purificarnos, confesar nuestros pecados y volver a la pureza de los comienzos, y me parece que no andaría por buen camino el que pensara que «lo que dice el Papa es para otros”.

Como hemos leído al principio, la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium tiene una especial relevancia por su carácter programático.

Me parece importante recordar que los documentos del Magisterio de la Iglesia no son «mera teoría» o «papel mojado», sino que suelen reflejar una realidad que, además de ser conocida por la experiencia y por la sabiduría humana de quienes los escriben, son también, fruto de una vida real asistida por la gracia de Dios. De hecho, muchos de ellos han sido escritos por personas que han llegado a tener esa sabiduría que se adquiere, además de con el estudio, por medio de la unión con Dios; y, por eso, lo que escriben no son «utopías». El Espíritu Santo ilumina su mente, y fortalece su corazón porque lo tratan con intimidad; y de este modo, pueden escribir sobre la realidad del Evangelio con autenticidad, porque luchan por hacerlo vida con la ayuda de la gracia que Dios les concede.
El Papa Francisco puso desde el primer momento el dedo en la llaga: La vida de las comunidades cristianas (parroquias, familias, instituciones de la Iglesia…etc.) se ha podido convertir en muchos casos, en algo que desdice de la misión evangelizadora que Cristo confió a Su Iglesia; y, como buen pastor, nos lo advierte a todos, pues de poco serviría haber tenido en la historia de la Iglesia a los Apóstoles, a magníficos maestros, santos pastores, documentos maravillosos, si nos faltara el afán de vivir y anunciar el Evangelio, el empeño por vivir con coherencia los compromisos que adquirimos en el bautismo.
Nos hace falta confiar más en la acción del Espíritu Santo en la Iglesia, y no olvidar que la misión del Papa es la de servir a los demás como Jesucristo, “que no vino al mundo para ser servido sino para servir” (cfr Mt 20, 28).
Hay personas que reciben con recelo los documentos de la Iglesia, quizás porque los ven como “letra sin vida”. Deberíamos tener en cuenta que este riesgo existe, pues somos, en primer lugar los mismos cristianos quienes debemos recibirlos como savia nueva, para rejuvenecer interiormente. Necesitamos tener presente que esas enseñanzas nos las proporciona Espíritu Santo para ayudarnos a vivir el Evangelio de siempre con autenticidad, según las circunstancias nuevas y las necesidades que tiene hoy el mundo en que vivimos.

Escuchar al Papa con humildad, procurando captar el sentido profundo de lo que dice, no sólo no nos anula, sino que da alas a nuestra libertad para volar más alto;
“Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad” (2 Cor 3,17).
Al recibir las disposiciones de la Iglesia y los documentos del Magisterio necesitamos poner esfuerzo para captar, con la gracia de Dios, el sentido que realmente tienen, sin lecturas superficiales o reduccionistas, y sin limitarnos tampoco a cumplirlos “a la letra”, con un formalismo sin vida.

Cuando san Pablo escribía a los cristianos de Corinto «El espíritu da vida, pero la letra mata» (2 Cor 3-6), les estaba advirtiendo del peligro de «retorcer» la Palabra de Dios hasta el punto de querer ponerse en el lugar del Legislador Divino. Precisamente por ese “supuesto” derecho, los fariseos habían condenado a Jesucristo pues, según ellos, Él “no cumplía la Ley”; esa Ley que ellos mismos habían desfigurado hasta el punto de haberla dejado irreconocible.
• Por eso, Jesús había dicho a las gentes sencillas que le seguían: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo cuanto os digan; pero no obréis como ellos, pues dicen pero no hacen» (Mt 23,1-4).
• En cambio, en otro momento, dirigiéndose a los apóstoles dice El Señor: «Quien a vosotros oye, a mí me oye; (…) y quien a mí me desprecia, desprecia al que me ha enviado» (Lc 10,16).

Roguemos, pues, por todos los cristianos y, especialmente, por los Pastores de la Iglesia para que todos seamos fieles al Único Maestro, Jesucristo; y seamos MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE. Todos necesitamos pedir ayuda a Dios para acoger sus enseñanzas con el corazón bien dispuesto, sin olvidar que Jesucristo confió a sus Apóstoles la misión de que enseñaran en Su Nombre.
“El Nombre de Dios es Misericordia”: Así se titula un libro que ha escrito el Papa Francisco en este año jubilar de La Misericordia, y que regaló a cada uno de los sacerdotes de Roma, congregados en San Juan de Letrán en torno a su Obispo el 11-2-2016.

• Demos, pues, gloria al Nombre de Dios, y escuchemos al Papa con humildad para aprender qué significa«Misericordia quiero y no, sacrificios»

Este artículo forma parte del Proyecto Interdisciplinar El Mesías.
Escuchar al Papa_Del libro “¿Aún no me conoces? I.Mª Aroca. <imariaaroca@gmail.com>