Entre besos y lágrimas
«Ya todo ha terminado, Redentor,
duerme, entra en el descanso merecido,
lavaremos tu cuerpo tan herido
con lágrimas y ungüentos de dolor.
Besamos tus heridas, mi Señor,
a tus pies con un beso arrepentido,
a tus manos con beso enternecido,
tu pecho con pasión y con amor.
Y ahora te sembramos en el huerto,
esperando que sea primavera;
lleva ya el Evangelio a los que han muerto,
devuelve al viejo Adán su luz primera;
y no tardes en volver a nuestro puerto,
que estamos impacientes, a la espera»