Trabajar para lograr lo imposible
¿Construir? ¿Destruir? ¿Mantener?
Hoy día, casarse es un problema. Da pánico. Así como hace unos años (pocos) casarse por la Iglesia era una situación normalizada, hoy día, en nuestro barrio, en Sevilla, en España, parece que unirse en matrimonio para siempre es como meterse en una marisma cenagosa de incierto porvenir.
Mejor es juntarse. O unirse esporádicamente, sin compromisos. O incluso aceptar la maternidad sin pareja…Todo, menos aceptar ese
“En las alegrías, en las penas, en la salud y la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad , todos los día de mi vida…”
Las revistas del corazón cada vez describen a nuestros modelos de la alta sociedad como divorciados, re-casados una y otra vez, con una vida llena de lujo, mansiones de ensueño y donde la felicidad les asoma en los dientes blanquísimos y en las tallas elegantes: “no hay problema, dicen,; en estos momentos vivo feliz”. ¿Mañana? Ah, nunca se sabe, ni se supo.
Más vale vivir el momento. ¿El futuro?….es incierto. Vale la provisionalidad.
¿Por qué nos pasa eso?
Todos sabemos que la unión estable es lo mejor, que salen ganando los hijos, la familia, la misma sociedad.. Que una unión feliz y estable, apunta hacia la felicidad. Todos hemos comprobado en carne propia los desastres de las separaciones. Pero…¿Quién sabe?
Y es que para hacer algo que merezca la pena, por ejemplo, construir una casa o una familia, hacen falta unos condicionamientos imprescindibles.
- Buenos cimientos. Cuando me acerco a mi pareja, debo dejarme llevar por el instinto, la pasión…cierto. Pero, además, y como garantía, debo mirar si la convivencia va a ser duradera, con los valores que me presenta. Esos de los que, pasado el tiempo, hará falta echar una mano para que sirvan: diálogo, tolerancia, ternura, sexo, trabajo, lucha, equilibrio, ideales, proyecto de sociedad…
- Resistencia a los cambios inevitables de la edad, los hijos, el trabajo, los contratiempos inevitables que se presenten. O sea, saber adaptarse. No pararse en lo que “fue o pudo ser”. Es una lucha continua, diaria. Mirando al futuro, en esa dirección, pero sin olvidar el presente. El pasado pudo ser malo en la experiencia, pero puede ser mejor, es corregible.
- Decisión firme: pueden cambiar los planes, pero nunca la meta: ser una familia feliz, unida en lo esencial, que cría hijos dignos, libres, ilusionados y felices. Un fuego que enciende otro fuego.
- Es lo que se dice sencillamente: en la casa, en la familia que se ha construido, hay que trabajar el mantenimiento, día a día.
Como premio, la felicidad soñada el día de la boda, el día del “sí”. Y los valores del evangelio de Jesús son una buena reserva: la mejor. Trabajar para lograr lo imposible.
Leonardo Molina García S.J.