Sin acepción de personas
Dios, el Señor, ha llamado a cada uno por su nombre, me conoce, por el nombre, personalmente. Es una llamada personal. Pienso que debemos meditar varias veces este misterio: Dios me llama, me conoce, espera mi respuesta: este hecho debería hacernos estar atentos a la voz de Dios, atentos a su Palabra, a su llamada hacia mí, para responder, para realizar esta parte de la historia de la salvación para la que me ha llamado. La respuesta del sacerdote implica esta humildad: conocer la grandeza de ser una persona amada por Dios, pero también nuestra pequeñez, nuestra pobreza, y así comportarnos justamente, no como amos, sino como siervos.
Implica la dulzura: debemos conformarnos a Cristo, encontrar este espíritu del ser de Cristo, sin violencia, de convencer con el amor y con la bondad.
Y, al mismo tiempo, la llamada de Dios es una llamada en comunidad: estar en la parroquia: aceptar, soportar, animar a toda la parroquia, a las personas, las simpáticas y las no simpáticas. Insertarse en este cuerpo, a veces, no es tan sencillo. Cierto, queremos la relación personal con Dios, pero a menudo el cuerpo no nos gusta. Pero precisamente así estamos en comunión con Cristo: aceptando esta corporeidad de su Iglesia, del Espíritu, que se encarna en el cuerpo.
Lectio divina 4.3.11 Benedicto XVI
El gran tesoro del apóstol y el manantial de todo su poder: obrar en nombre de Jesús.
A mí, me enseña todo esto que:
1º Si quiero evitar engaños, desilusiones e injusticias en el trato y aprecio de los parroquianos debo quererlos a todos mucho, porquetodos, sean ricos o pobres, altos o bajos, viejas o jóvenes, son imagen de Dios y precio de la sangre de mi Señor Jesucristo.
2º Que me guardaré mucho de clasificar las personas, y, por consiguiente, de alegrarme o de entristecerme porque son de esta clase o de la otra las que se aprovechan o participan de mi ministerio.
3º Que ciertamente en el día del juicio no me han de preguntar por la clase de personas que he salvado, sino si he trabajado por salvarlas, sean de la clase que sean; y
4º Que toda preferencia concedida a las personas que no esté fundada en su valor verdadero o en su necesidad, es fea y ruin acepción de personas.
Aplicad, amigos sacerdotes, éstas que podéis llamar, si os place, perogrulladas apostólicas, y veréis qué disgustos os ahorráis, qué satisfacciones os preparan y qué galones os pondrán hasta los mismos enemigos, que se verán forzados a repetir de vuestro apostolado el elogio que del maestro tuvieron que hacer los suyos:
Maestro, sabemos que Tú eres veraz y que no tienes acepción de personas…
Artes para ser apóstol Beato Manuel González