Parábola

Gustad y ved qué bueno es el Señor.(Salmo 33)

 

En este cuarto domingo de cuaresma la iglesia, como paso previo a la celebración de la muerte y resurrección del Señor, nos pone el foco de luz sobre una de las parábolas más impactantes del  todo el Evangelio. Yo diría que la que más…(Lucas 15,11-32)

Pero no hemos sabido sacarle todo el partido que nos merece. En el año de la misericordia encaja perfectamente: “¡gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él!”

 

Porque la pequeña historia que todos conocemos,  es algo más que “espada de dos filos” . Ataca por donde menos parece: es de múltiples filos y nos hiere nuestro corazón pobre. Lo voy a intentar desde mi propia experiencia. Puedes escoger el papel de padre, de hijo mayor, de hijo menor, de espectador. A modo de meditación ignaciana nos hacemos presentes a la escena y tomamos protagonismo en ella.

 

Cuando murió mi madre sentí, aparte de las penas profundas de perder un ser tan imprescindible, una especie de remordimiento de no haberme portado suficientemente bien con ella. Es la misma experiencia que me han contado muchas personas llorosas. “¡Ay si lo hubiera pensado! ¡Ay si me hubiera portado de otra manera…¡Llegué tarde, no lo pensaba entonces, qué pena…pudiera haberlo hecho mejor…¡No se lo merecía!”

 

Eso debió pensar el hijo al que llamamos pródigo, por atenernos a la calificación tradicional. Hoy diríamos canalla, sinvergüenza, desagradecido, egoísta, alocado, sin sentimientos, rebelde, mal nacido…Cuando intentó ponerse en camino  y volvió , sintió , seguro, muchos remordimientos…y quisiera, como dice Lope de Vega, » de mi tomar venganza…” La misma Biblia dice de él que “estaba muerto”.

 

Paso a mi vida

 

¡Ay Dios mío!  Que yo a veces me veo muerto también…Muerto en sentimientos, en afectos, en actividad, cobarde, paralitico…No he respondido a todo lo que Dios me ha dado, a las hermosas propuestas que él me ha ofrecido.

 

Pero el muchacho “resucitó”. Lentamente, la verdad: se lo pensó mucho. ¡Es que había sido muy canalla y todo el mundo y las mismas leyes de la vida social  se lo recordaban constantemente. ¿Cómo iba él a pensar que le iban a mínimamente  a perdonar? Y menos aún el buenazo de su padre…

 

Pero es que tenía tanta necesidad…y la única posibilidad de vivir era esa. “¿Por qué no intentarlo? No, sí, veremos, vete a  saber…”

 

Pero había un hilo que bajo cuerda iba trabajando su corazón, lo mismo que el mío: Que el Padre era bueno, que perdona siempre, que tiene los brazos siempre abiertos, aunque le duelan profundamente nuestras veleidades…algo por dentro le decía que se pusiera en camino…Yo  también puedo resucitar y encontrar mi camino hacia Él.

 

Y llegó el encuentro…¡Gustad  (saboread intensamente) y ved (atención profunda) , qué bueno es el Señor! Dichoso el que se acoge a Él…Me imagino a Jesús contando la parábola y sintiéndola como suya…

 

Leonardo Molina S.J.