LA NUEVA EVANGELIZACIÓN PARA LA TRANSMISIÓN DE LA FE
De la Evangelii gaudium…
2.En la escucha del Espíritu, que nos ayuda a reconocer comunitariamente los signos de los tiempos, del 7 al 28 de octubre de 2012 se celebró la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Allí se recordó que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos.[1] En primer lugar, mencionemos el ámbito de la pastoral ordinaria, «animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna».[2] También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera, expresándola de diversas maneras, aunque no participen frecuentemente del culto. Esta pastoral se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios.
En segundo lugar, recordemos el ámbito de «las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo»,[3] no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. La Iglesia, como madre siempre atenta, se empeña para que vivan una conversión que les devuelva la alegría de la fe y el deseo de comprometerse con el Evangelio.
Finalmente, remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción».[4]Juan Pablo II nos invitó a reconocer que «es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio» a los que están alejados de Cristo, «porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia».[5] La actividad misionera «representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia»[6] y «la causa misionera debe ser la primera».[7] ¿Qué sucedería si nos tomáramos realmente en serio esas palabras? Simplemente reconoceríamos que la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. En esta línea, los Obispos latinoamericanos afirmaron que ya «no podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos»[8] y que hace falta pasar «de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera».[9] Esta tarea sigue siendo la fuente de las mayores alegrías para la Iglesia: «Habrá más gozo en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse» (Lc 15,7).
[1] Cf. Propositio 7.
[2] Benedicto XVI, Homilía durante la Santa Misa conclusiva de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (28 octubre 2012): AAS 104 (2012), 890.
[3] Ibíd.
[4] Benedicto XVI, Homilía en la Eucaristía de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en el Santuario de « La Aparecida » (13 mayo 2007): AAS 99 (2007), 437.
[5] Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990), 34: AAS 83 (1991), 280.
[6] Ibíd., 40: AAS 83 (1991), 287.
[7] Ibíd., 86: AAS 83 (1991), 333.
[8] V conferencia general del episcopado Latinoamericano y deL caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 548.
[9] Ibíd., 370.