La familia

¿Cuidas mucho a tu familia?

 

Hay, sobre todo en la gente un poco mayor, una preocupación y un desconcierto:

 

¿Por qué siendo nosotros tan cristianos, ahora resulta que nuestros hijos e hijas no van a misa?

Nosotros, como buenos cristianos, los llevábamos a misa todos los domingos; con nosotros siempre, hicieron al Primera Comunión, incluso llegaron  a confirmarse…y luego…se casaron y ahí es nada. Nada. Ya sea por el trabajo, las relaciones con su pareja, y la pérdida de costumbre, al tener que llevar el embarazo y los primeros años de los niños, parece como que se evaporó su fe.

Es cierto que ahora bautizarán a sus hijos, incluso aceptarán resignadamente los años de catequesis  y las convocatorias  de los señores párrocos (por los hijos se hace todo…)

 

Es más: los hijos nos piden que recemos, en el fondo admiran nuestra fe, pero…la ven un poco lejana a sus vidas reales. Puestos a profundizar, encontramos en ellos un fondo de fe fundamental, pero las costumbres de la fe…son otra cosa. La formación en la fe, es algo inalcanzable. Se han alimentado, como casi todos nosotros, de cuatro ideas cogidas al vuelo en una opinión de la universidad, en un programa de televisión, o en un libro llamativamente rebelde con la fe y la Iglesia. Así, a fondo, casi nada. Personal nada. Política eclesial, nos interesa, pero para discutirla  o para repugnar, rechazar…

 

Algo nos salva: que los valores que nosotros les inculcamos de niños, sobreviven en medio de un magma intelectual o barullo de ideas y sentimientos. La honradez, la verdad, la lealtad a la palabra, la compasión…Menos mal. Porque eso es lo que inculcó Jesús y nosotros les trasmitimos. Después de todo, es un consuelo…

 

Y ¿dónde podremos encontrar la solución? Pues Jesús abrió el camino. Antes de morir, hizo una comida de familia (judía) donde habló, prometió, animó a su familia y les transmitió sus mejores sentimientos…Ese es el contenido del famoso “sermón de la cena”. Al final “haced esto en memoria mía”…Familia, familia, memoria suya…

 

Y es que son una buena tríada las palabras familia, misión y corazón. Sí, la familia tiene que ser fuerte, unida, campo de entrenamiento de valores futuros cristianos. Esa es su misión, pista de lanzamiento  de los hijos para la vida. Y un motor impulsor, el corazón misericordioso, sensible,  compasivo.

 

Y , claro, hay un sol que la ilumina y orienta:  Dios Padre, Jesús y el Espíritu Santo. Lo de siempre, pero a veces, olvidado.

 

No dejes pasar estos sentimientos y arraiga en tu corazón  que tu familia es  esencial, abierta ciertamente  a la familia universal…Por ello Dios confió en ti. Para eso.

 

Leonardo Molina García S.J.