HOY HACE QUINIENTOS AÑOS QUE NACIO SANTA TERESA DE JESUS

Teresa de Jesús, esa mujer…
Con el alba, en la casona familiar de la Moneda, intramuros de Ávila, poco antes de despertar la ciudad con su bullicio mañanero, Beatriz de Ahumada dio a luz una niña. Amanecer del miércoles de Pasión, 28 de marzo de 1515.
Don Alonso de Cepeda, el padre, lo dejó anotado en un cuaderno de familia:
–En miércoles, veintiocho días del mes de marzo de quinientos quince años, nació Teresa, mi hija, a las cinco horas de la mañana, media hora más o menos, que fue el dicho miércoles casi amanecido. Fue su compadre Vela Núñez y la madrina doña María del Águila, hija de Francisco de Pajares.
Una semana más tarde, 4 de abril, Miércoles Santo, fue bautizada en la iglesia pa-rroquial de San Juan Bautista. En el bautismo se le impuso el nombre de Teresa por su abuela materna doña Teresa de las Cuevas, única de los abuelos que quedaba con vida.
Teresa no era nombre de santa. No había en el Santoral de la Iglesia ninguna santa con el nombre de Teresa. Jerónimo Gracián lo tomará socarronamente a chanza con ella, llegado su momento, porque no podía celebrar su onomástica. Ella le responderá que su nombre era de santa Dorotea.
–Y así celebrábamos —dice Gracián— el día de la Santa con particular devoción de su nombre. Y puede ser que así como Diego y otros nombres españoles antiguos queda-ron corrompidos de los nombres latinos, así este nombre Dorotea, corrompido el latín, se derivase Teresa.
Será ella, Teresa de Ahumada, la primera que incorpore su nombre al catálogo de los santos.
Fray Luis de León, que no la llegó a conocer pero publicó sus Obras en 1588, dice que «pusiéronle nombre Teresa, guiados, a lo que entiendo, por Dios, que sabía los mi-lagros y maravillas que en ella había de hacer, y por ella, porque Teresa es Tarasia, nombre antiguo de mujeres, y griego, que quiere decir milagrosa».
Francisco de Ribera, su primer biógrafo, dice que «este nombre de Teresa ni es grie-go ni latino, sino propio de España, y antiguo, como Elvira, Sancha, Urraca y otros se-mejantes». De hecho, es un nombre que venía siendo usado de antaño, incluso acogido entre princesas de los reinos de España. Por ejemplo: Teresa, segunda esposa de García Sánchez de Pamplona, del siglo X; Teresa de Entenza, reina de Aragón, esposa de Al-fonso IV de Aragón, primera mitad del siglo XIV; y Teresa de Portugal, reina de León, mujer de Alfonso IX de León, siglo XIII, que subió a los altares, pero después de Teresa de Jesús, en 1705, declarada santa por Clemente IX.
El mismo día del bautismo, curiosa coincidencia, celebraba el monasterio de la En-carnación de Ávila, donde entraría de monja, la inauguración de su iglesia con misa solemne. Ese monasterio en el que esta niña, que da sus primeros vagidos, dará lustre y notoriedad en los veintisiete años y medio que en él viva.
La madre, a sus veinte años, ya ha echado dos hijos al mundo: Hernando, nacido en 1510, y Rodrigo en 1511. Y por la casa correteaban otros dos hermanos mayores, María
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(1506) y Juan (1507), habidos de un matrimonio anterior de don Alonso de Cepeda. Después de Teresa vendrán Lorenzo, Antonio, Pedro, Jerónimo, Agustín y Juana, la pequeña, nacida en 1528, cuando ya Teresa frisaba los trece años.
En el Año jubilar de Teresa de Jesús, este 28 de marzo – 500 aniversario de su na-cimiento– es un día de marcada significación. Mi biografía de la Santa de Ávila la titulé: Teresa de Jesús, esa mujer… Y es que no encontré calificativo ni piropo mejor.
Esa mujer…
Mujer que ha escalado hasta la séptima morada de Dios mientras se distrae en la co-cina, porque también:
—Entre los pucheros anda el Señor.
Una vecina prestó a las monjas una sartén, que no tenían. Recibieron una limosna y cada una fue sugiriendo en qué gastarían el dinero. Pero Madre Teresa terció:
— En la sartén, en la sartén.
Se quejó a Jerónimo Gracián de ciertos prelados pesados que abruman a sus monjas. No hacen visitas sin levantar actas y dejan a las monjas sin recreación el día que comul-gan. Gloso su respuesta para que se entienda mejor en el lenguaje de hoy:
–Pues que se queden ellos sin recreación todos los días puesto que dicen misa cada día. Si los sacerdotes no guardan esto, ¿por qué lo han de guardar nuestras queridas monjas?
La respuesta de Teresa es de un sentido común aplastante.
Mujer que es también humor:
–No era amiga de gente triste— dirá Ana de San Bartolomé—, ni lo era ella ni quería que los que iban en su compañía lo fuesen.
Ni le gustan los tristes santos. No utiliza esa expresión conocida de san Francisco de Sales: «Un santo triste es un triste santo», pero se le asemeja cuando dice:
–Dios me libre de santos encapotados.
¿Qué quiere decir Teresa por encapotado? Encapotado es sinónimo de borrascoso, nublado, cubierto, cerrado, oscuro… frente a lo que es claro y despejado. O también, cubierto con el capote y puesto el rostro ceñudo y con sobrecejo.
Mujer que es también ternura, discreción, madre, santa… en un cuerpo enfermizo de por vida.
Mujer que exclamó jubilosa antes de morir:
–Al fin, Señor, muero hija de la Iglesia.
Carlos Ros

Manuel Sanchez

Nacimiento 27 marzo 1969 Sacerdote 18 septiembre 1994 Párroco de Nuestra Señora de los Angeles y Santa Angela de la Cruz 7 septiembre 2014