El rico y Lázaro

EVANGELIO PREDICADO EN NIGER, EN UNA COMUNIDAD DE CIEGOS LEPROSOS E INVÁLIDOS CUYO NOMBRE ES «LÁZARO».

¡¡¡Menudo Evangelio le de hoy (Domingo 26)!!! Os  recuerdo el principio:

“Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba a diario espléndidamente. Un pobre, llamado Lázaro, cubierto de úlceras, estaba sentado a la puerta del rico; quería aliviar su hambre con lo que caía de la mesa del rico, Hasta los perros se le acercaban y le lamían las llagas. Murió el pobre y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Murió también el rico y lo enterraron…. (La parábola entera está en Lucas, capítulo 16,19-31)

 

¿Cómo predicar este Evangelio, cuando tienes delante a Lázaro? Llevo unos días de alergia y ando a media vela. Además, mañana retomo el curso de Djerma. Aún así he hecho un esfuerzo de lucidez, me he sincerado y les he dicho: “Siento vergüenza de pertenecer  a occidente, que es el rico de a parábola. Mi occidente no tiene futuro, ni tiene  nombre la barbaridad que está haciendo con vosotros, que sois Lázaro. Por eso Jesús, en su parábola no da nombre al rico, pues es injustificable banquetear espléndidamente a diario, vestir lujosamente,  mientras Lázaro, es decir, vosotros,  estáis a la puerta padeciendo hambre. Eso no lo quiere Dios. Una injusticia así clama al cielo y no tiene nombre. Os pido perdón  por lo que a mi  toca, que vengo de occidente y tengo asegurada la comida diaria y la asistencia sanitaria, os pido  humildemente perdón, y veis que casi me sonrojo. El pobre, los pobres de la parábola sois vosotros. Jesús os llama  Lázaro, algo que no puedo decir yo. Yo no soy Lázaro. No sólo tenéis nombre a ojos de Dios, vosotros también tenéis futuro. Algo bueno  le ocurre a Lázaro. Cuando muere es llevado al seno de Abrahán, mientras que el rico sufre las torturas del infierno. Algo bueno os ocurrirá a vosotros cundo llegue la muerte a la que nadie escapa. Vuestro es el futuro, vuestra la esperanza y este pobre servidor que os habla está en camino de conversión y ansioso de bajar algunas bandejas de la mesa del rico. Y de echarle en cara su indolencia, su comodidad y su ceguera”

 

Después de un silencio alguien ha intervenido, una señora mayor, ciega. No me esperaba sus palabras:

 

– Padre, ¿me permitís que os diga algo?

– Por supuesto.

– Usted ha dejado su país, su familia, su lengua… y con nosotros comparte la vida y la palabra de Dios. Usted no es tonto. Tiene estudios. Es muy consciente de la violencia reinante, como Jesús lo era cuando subía a Jerusalén y les hablaba claramente a sus discípulos del riesgo que corría de ser asesinado en una cruz. Aquí usted no está exento del peligro de ser secuestrado, degollado, o de morir derribado por un disparo. Y sin embargo no se va. Ha elegido estar con nosotros. Por eso usted se parece más a Jesús que al rico de la parábola.

 

Imagínate el silencio que se ha hecho en la iglesia. Yo me he emocionado de verdad y le he dado las gracias por su intervención, y juntos, hemos proseguido con la celebración de la eucaristía.

 

Ya me habéis escuchado muchas veces, pero lo repito ahora: Los pobres siempre, siempre nos evangelizan. ¿No será acaso porque ellos y sólo ellos son el signo más elocuente de Jesús presente en medio de nosotros, o como dicen los teólogos,  que “ellos son los verdaderos vicarios de Cristo”? Para mí que sí, ellos son los verdaderos vicarios de Cristo y reclaman nuestra obediencia.

 

Bueno amigos y amigas, no podía dejar de compartir con vosotros una homilía de este calado. Un abrazo y espero que Lázaro nunca se quede ni a la puerta ni en el olvido.  Fraternalmente: Paco.