Buenos remedios
Curaciones asombrosas
Continuamente estamos recibiendo noticias catastróficas por TV o por la radio. Ya sean accidentes de aviación, o naufragios en barco, o acciones de terrorismo, o pérdidas de seres humanos en una excusión o una tour turística y un accidente deportivo en la escalada o una mala caída. Cito algunos casos: la cruel matanza de Atocha, el más cercano Niza, precisamente en la celebración de la fiesta nacional francesa, o en Turquía, o las acostumbradas matanzas en Irak o Nigeria, el catastrófico descarrilamientos del tren en Galicia, Munich… donde quedamos desconcertados al ver sufrir o morir a tantas víctimas inocentes, a niños…
Los MCS nos comunican puntualmente el dolor de las víctimas, la angustia de las familias de los dañados., de los amigos, la intervención más o menos afortunada de los equipos de rescate puestos a disposición por las autoridades.
O ya viniendo a lo más cercano, cuando una persona padece una enfermedad incurable o está a punto de morir, se levanta en medio del dolor y el desconcierto , inmediatamente, el resorte y la solución.
“¡Tiene que ir usted a un psicólogo ¡ (a un psiquiatra no nos atrevemos a mandar a nadie: Sería que consideramos al paciente o la paciente loco o loca)
Y entre nosotros cada vez es más frecuente acudir a un especialista. Incluso los gobiernos municipales o ciudadanos ya poseen un equipo preparado para la saldar las emergencias.
Los más rancios añoran los tiempos en los que el psicólogo curativo era el sacerdote a quien se le contaban las cuitas o tragedias naturales. Estaba asumido su rol eficiente y el confesionario era el alivio de incontables penas o nudos de conciencia. El sacerdote, más o menos experto en psicología, aconsejaba, dirigía, consolaba o señalaba los caminos rectos para salir de los atolladeros.
Hoy día, no. ¡Hay que ir al psicólogo!
Busquemos otro camino, al menos los creyentes. Esta vía no quita ni anula la acción de los expertos, sino que la potencia, la enriquece y, a veces, acierta recomponiendo plenamente a toda la persona.
Veamos: me decía un competente amigo, psicólogo y médico y, que, además, es muy creyente: regenta una clínica psicológica de gran prestigio.
“Yo aconsejo tres remedios a mis clientes: Una cura médica, de farmacia, al menos elemental. Hace falta echar mano del paracetamol, nolotil, ibuprofeno, los calmantes…Es una base sólida con tal de no abusar. Me contaba un cura que en los años posteriores de la guerra curó a una feligresa, simplemente hartándola de comer: tenía visiones, se le aparecían santos y sufría visiones terribles amenazadoras. Primer remedio: físico.
Pero hay otro remedio: psicológico. Es cierto: hacen falta expertos y los hay muy competentes. Es necesario acudir a ellos. Los veo alrededor de los sufrientes dándoles consejos prácticos y me enternece…Es bueno, a veces imprescindible.
Pero- me decía – a aquellos que tienen fe- les doy remedios espirituales”.
Yo creo que atina. Y creo que en la vida espiritual hay formidables reconstituyentes para pasar y sanar experiencias terribles, los tragos más amargos: el sentirte perdonado por Dios, la capacidad de perdonar a aquellos que nos ofenden, a nuestros deudores, es salud : el salir de uno mismo, viendo los problemas más allá de las pequeñas narices, es salud; saborear el horizonte del dolor sacrificial, la certeza de la muerte como un futuro de amor de Dios, y de perdón, es salvación: la aceptación del dolor, de la pequeñez, de la impotencia ante los grandes o pequeños problemas, es salida feliz.
En definitiva: el rezar de verdad el Padre nuestro es energía interior, para superar la debilidad. Cuando se reza de verdad “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, y sinceramente se acepta lo inevitable, o te animas a luchar con todas tus fuerzas contra el mal físico, moral, social, psicológico, religioso, entonces entran en la vida corrientes de vitalidad renovadora. Pierde uno los miedos, recupera el paciente los horizontes, acepta de corazón la cruz. Se recupera el sentido de la vida, su importancia, su horizonte y su valor.
Me dirás: (me diré) “¡Qué bonito…pero qué difícil! Prefiero una pastillita que me oferta una solución rápida…” “Voy a lo seguro”
Pues ya ves: hay soluciones a tu alcance y de exquisita calidad. Solamente basta con tener confianza en Dios que es Padre, y en Jesús, verdad, camino y vida, y en el Espíritu…Comprobar que Dios no nos quita los problemas, pero nos orienta dentro de la oscuridad de ellos.